lunes, 9 de septiembre de 2019

Una mierda de caracol



Entre los meses de abril y octubre, si la lluvia acompaña, es probable que podamos ver caracoles en sus actividades cotidianas, como éste que pillé en un momento de intimidad. Ya lo dice el refrán, "Agua y sol, tiempo de caracol". El resto del año, durante los meses más fríos, se retrae en su concha e hiberna.

Obviando el título de la entrada, que más adelante explicaré, el caracol me parece una criatura fascinante. Su lento movimiento por contracciones musculares, la producción de baba para autoayudarse en el desplazamiento, como regulador térmico y como repelente de insectos potencialmente peligrosos, su característica hermafrodita, su complejo ritual de apareamiento, sus ojos formados por tentáculos retráctiles que le permiten ver en cualquier dirección y su concha, que aparte de albergar la mayoría de órganos vitales le sirve de protección contra sus depredadores.

La concha, a menudo con fantásticos diseños en espiral y normalmente en sentido horario, crece con ellos. Compuesta básicamente de mineral de calcio, tiene capacidad constante de regenerarse de las erosiones y roturas, pero lo que más me sorprende es que durante su desarrollo cumple con la famosa sucesión de Fibonacci, tan presente en los patrones de la naturaleza, pura matemática.

Como decía al inicio, en los días de lluvia no es raro que se cuele alguno despistado en casa. Hubo un tiempo en el que conocí a una maravillosa mujer a la que amé con todo mi amor. A ella no le gustaban los caracoles porque de pequeña la habían obligado por la fuerza a comer un guiso de ellos y los aborreció, nunca pudo borrar ese mal recuerdo, los detestaba.

Adoraba los días de lluvia y pasábamos maravillosos momentos juntos observando cómo caía refugiados tras los cristales, pero conocedora de que se podía colar alguno en casa, cuando íbamos a dormir siempre miraba debajo de la cama por si acaso, y en el caso de que hubiera alguno, cosa que pasó alguna vez, me instaba a retirarlo de ipso facto y sin excusas.

Si ella viera esta fotografía, seguro que pensaría "vaya mierda de caracol", jaja

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