jueves, 19 de septiembre de 2019

Dos soles



Que los cactus ocupan un lugar preferente entre mis plantas predilectas algun@s lo sabéis, me he referido a ello algunas veces.

Me fascina su diseño evolutivo que los ha llevado a tener una gran capacidad adaptativa a climas rigurosos y la gran variedad que existe. Con espinas y/o pelos, cilíndricos, esféricos, en forma de piedra, otros que se desarrollan en forma de matorral, de gran tamaño, pequeños... pero todos con la misma característica: resistentes.

Pero lo que más me sorprende ellos es su capacidad de generar flores, algunas especialmente bellas. Me parece casi mentira que de algo tan rudo, tan agreste, puedan surgir flores. Y no sólo eso. Sus flores buscan la luz y cuando la encuentran, se abren a ella. Como en el caso de este cactus, sus flores en forma de corona al ver el sol se abren y llegado el ocaso se vuelven a cerrar, esperando un nuevo día. Y así día tras día, hasta que el intenso sol del verano afloja y un nuevo ciclo hará que sus flores caigan y llegado el momento volverán a brotar otras.
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