Los saltamontes pertenecientes a la familia de los acrádidos sorprenden entre otras cosas por el gran desarrollo de sus patas posteriores que les permiten dar saltos espectaculares en proporción a su tamaño para desplazarse o huir de un posible depredador, de ahí su nombre popular.
Pero también tiene capacidad de volar gracias a sus dos pares de alas; las primeras de aspecto coriáceo les sirven para proteger a las posteriores.
Si se dan las condiciones adecuadas, pueden modificar sus alas y desarrollar una conducta migratoria constituyendo enjambres y devastando toda materia vegetal que encuentren a su paso.
Los enjambres más grandes pueden alcanzar los 80 millones de ejemplares por kilómetro cuadrado, cubrir superficies de más de 1.000 kilómetros cuadrados, avanzar 200 kilómetros por día o devorar 100.000 toneladas de materia vegetal al día.
Un verdadero azote, es lo que se suele denominar una plaga de langosta.
Pero normalmente son unas criaturas muy simpáticas que nos sorprenden con sus saltos y que se alimentan de hierbas frescas y musgos.
Eso si los llegamos a ver, ya que desarrollan unos tonos que les hacen mimetizarse con el entorno y confundiéndose en él, no siendo fácil detectarlos.
En la imagen un precioso ejemplar hembra de Ailopus thalassinus.
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