Era ya de noche.
Había estado tomando fotografías y me dirigía a la moto cargado con la bolsa y un trípode cuando un portal iluminado llamó mi atención.
Giré la cabeza y vi que en él alguien había dejado un perro atado a la escalera. La situación despertó mi curiosidad y claro, sin dudarlo me aproximé, desenfundé la cámara, puse los parámetros pertinentes y desde la misma acera me dispuse a fotografiar la escena.
En plena faena estaba cuando de repente escucho los gritos de una mujer desde lo alto:
-Oye, tú, ¿por qué estás haciendo fotos a la portería?... Lárgate de aquí...
Yo desde luego ni aparté la vista del visor y proseguí con la tarea con más ganas y tomándome mi tiempo como si la cosa no fuera conmigo, no suelo responder a personas que se dirigen con tan mal talante y desafiantes.
Mi actitud encrespó más a la mujer que no paraba de vociferar lanzando todo tipo de improperios.
Cuando lo consideré tranquilamente guardé la cámara y proseguí mi camino pensando si sería delito o qué tomar fotos de una desvencijada portería.
Quizás ella se quedó sin saber lo que fotografiaba, pero yo me llevé el retrato de una simpática perrita que parecía encantada y orgullosa con su rojo collar de que le echara unas fotos, no sólo ni se movió sino que además me ofreció su mejor posado :)))