...en un lejano reino una hermosa Princesa que, en la torre más alta de su castillo, se hizo construir un mirador para esperar el retorno de su amado Príncipe. Georgina era su nombre, y allí pasaba los días y las noches mirando al horizonte para verlo llegar.
Tanto miraba y miraba que, de repente, un día quedó ciega. Desesperada, se postró en su cama y deseó morir allí mismo. Derrotada por la rabia, cayó en un profundo sueño del que despertó al sentir cómo su amado Príncipe enroscaba sus dedos en su preciosa melena.
Sin decir nada se incorporó y le abrazó. Él la besó y al ir a buscar la luz de su mirada, vio que estaba apagada. Besándola aún más no pudo contener lágrimas de dolor, que, deslizándose poco a poco por sus mejillas, se derramaron en los ojos de la hermosa Princesa.
Cuenta la leyenda que tan grande era su amor, que las lágrimas, al tocar sus ojos, hicieron que recobraran la vida. Se miraron como sólo se miran los enamorados y desde entonces, vivieron felices, sin separarse jamás.
Y cuenta también la leyenda que ahora acuden miles de enamorados a ese castillo para que les sea concedido amor eterno.
Yo, el castillo todavía no lo he encontrado, pero un día lo imaginé.