En mi naufragio, sobre un madero podrido ya, una sirena me encontró.
Me tendió su mano, curó mis heridas, me dio su corazón, me acompañó en mis desvelos.
Ahora mis días no son sombríos ni mis noches gélidas.
Nadamos en un mar de profundo azul donde el silencio es música, la música es amor y el amor es deseo, deseo de vivir, deseo de sentir, deseo de desear.
Sobre su pecho un collar de caracolas y coral, sobre el mío, el suyo.
Suena hermoso...
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