Que el fútbol es el deporte nacional nadie lo cuestiona.
Y que bajo él la extrema derecha encuentra un caldo de cultivo para difundir su ideología fascista es una evidencia.
Numerosos grupos extremadamente violentos con miembros con un amplio historial delictivo en el que se incluyen asesinatos, palizas, desórdenes públicos, apuñalamientos, extorsiones, tráfico de drogas y un largo etcétera se reúnen en los aledaños del estadio bañados en alcohol lanzando proclamas, cánticos, trasmitiendo sus códigos e ideología y exhibiendo su simbología.
Anoche volvió a ocurrir en el Barça-Madrid.
Y ahí empezaron los disturbios.
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