El Pedraforca es una de las montañas más emblemáticas, singulares y bellas de Catalunya.
Situado en el Parque Natural Cadí-Moixeró, en el Prepirineo catalán, tiene la particularidad de que está compuesto por dos crestas de roca paralelas en forma de "U", peculiaridad del que viene su nombre, ya que en catalán Pedraforca es la unión de la palabra "pedra", que significa piedra, y "forca", que significa horca en la acepción de utensilio que utilizan los labradores para por ejemplo colectar la paja y que tiene forma de "U" en su extremo.
La cresta superior tiene una altura 2506 metros y el punto de unión entre ambas, llamado la "enforcadura", está a 2356 metros de altitud.
El macizo es conocido mundialmente por ser un punto de escalada de gran interés y belleza paisajística en un entorno maravilloso con cientos de rutas muy apreciado por excursionistas.
Se formó hace unos 25 millones de años en el levantamiento pirinaico durante la orogenia alpina, y es un punto de gran concentración de fósiles incluidos marinos o por ejemplo en sus inmediaciones de fósiles de dinosaurios, de los que se han encontrado miles de huellas, huevos y huesos constituyendo uno de los yacimientos más importantes de Europa.
Y finalmente mencionar que la tradición le otorga un carácter mágico, y es que el Pedraforca siempre ha sido foco de leyendas. Y el collado de unión entre los dos picos de la montaña el paraje de los aquelarres. Dicen que se celebraban en las noches de San Juan, 23 de junio, y de San Silvestre, el 31 de diciembre. Las brujas subían en sus escobas o andando desde Gósol, un pequeño pueblo a los pies del Pedraforca. Arriba, en la cima, se pueden revivir aquellos momentos. Calderos, gatos negros, huesos y conjuros formaban parte de las noches de brujería.
Sin embargo, la leyenda por antonomasia es la que narra el por qué de los dos picos en el Pedraforca. Cuentan que hace muchos siglos en esta montaña mágica se alzaba un majestuoso castillo. Su dueño, al principio comprensible y justo con sus vecinos, se convirtió en un hombre cruel. Cansados de su mal humor los habitantes acudieron a la anciana que habitaba en el bosque del Gresolet y la mujer les dijo que reclamasen ayuda a los ángeles del cielo y que aquella misma noche se encerrasen en casa y no hiciesen caso de los fuertes ruidos.
A media noche, comenzaron unos chillidos escalofriantes. Aquel siniestro personaje que apareció en el castillo era el demonio enfrentándose a un ejército de ángeles. Pronto, los gritos se mezclaron con los crujidos de los muros del castillo que acabó cayendo montaña abajo. La lucha que duró tres días y tres noches cubrió la cima de una espesa polvareda. Cuando la contienda terminó, la montaña apareció partida en dos.
Fueron los ángeles quienes salvaron a los caballeros del castillo pero, como castigo por su codicia, fueron condenados a reconstruirlo. Desde entonces, por las noches se sienten ruidos. Dicen que son los caballeros transportando piedras. Pero cuando sale el sol todo lo que han construido rueda ladera abajo.
Otra leyenda atribuye a San Miguel la forma de la cima, ya que según se cuenta, para acabar con una discusión entre brujas San Miguel dio un golpe de espada sobre la montaña dividiendo a los bandos y dejándolos a ambos lados, en las dos crestas.
En fin, por un motivo u otro no hay excusa para conocer y disfrutar este precioso y privilegiado entorno.
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